martes, 4 de junio de 2013

Pintura japonesa: el movimiento rinpa, I

La pintura japonesa de estilo rinpa, Hon’ami Kōetsu
Creo que puede afirmarse que el tipo de pintura japonesa más popular internacionalmente es el grabado policromo, comúnmente conocido como ukiyo-e. Maestros del paisaje como Hiroshige, Hokusai o un especialista del retrato femenino como Utamaro son nombres familiares para cualquier amante del arte en general.

Pues bien, para ir un poco a contracorriente, hoy he decidido hablar no del ukiyo-e, sino de otra de las formas pictóricas características del periodo Edo (1603-1868): la denominada pintura decorativa rinpa (muchos autores escriben rimpa).

A principios del siglo XVII, tanto la escuela Kanō como la Tosa (de las que hablaré otro día) todavía mantenían una productividad más que notable, aunque su nivel artístico ya no era el de antaño. Mientras sus respectivos talleres parecían perder aliento, estaba madurando una nueva tendencia que se distanciaba de sus presupuestos creando unas obras más en sintonía con el espíritu del periodo Edo. Era el movimiento rinpa.

A pesar de que frecuentemente se habla de una escuela rinpa, el movimiento rinpa no puede considerarse una verdadera escuela debido a la inexistencia de transmisión de un estilo o técnica pictórica de maestro a discípulo. El decorativismo rinpa nació del periodo Momoyama (1573-1603), cuando el esplendor, lujo y ostentación inundaban no solo castillos y mansiones, sino también no pocas de las edificaciones levantadas en los recintos de los templos budistas.

El movimiento pictórico rinpa se cimentó en dos artistas todavía pertenecientes a la época Momoyama, Hon’ami Kōetsu y Tawaraya Sōtatsu, y alcanzó la depuración más exquisita en el periodo Edo con Ogata Kōrin, tras el cual comenzó a menguar. Hay que resaltar que su espíritu decorativo no se limitó solo al ámbito de la pintura, sino que también se extendió a la cerámica, la laca o cualquier objeto o producto  al que se deseara otorgar un aspecto refinado y elegante pero no ostentoso.

Hon’ami Kōetsu (1558-1637)
Hon’ami Kōetsu estaba emparentado con los Ami, apellido que se había otorgado a los consejeros artísticos de los shōgun Ashikaga como Zeami, Nōami y Sōami. Esos nombres aparecerán de nuevo cuando dedique algún artículo a la jardinería, cerámica, ceremonia de té o teatro noh (nō).

Kōetsu era un reconocido ceramista, calígrafo y maestro de la laca que colaboró con Sōtatsu en la realización de pinturas en abanicos, rollos y biombos. Mientras Sōtatsu realizaba el dibujo, Kōetsu ejecutaba la caligrafía, manteniendo así la tradición japonesa del maridaje entre ambas especialidades.

Detengámonos, aunque sea solo un momento, para contemplar una de las lacas más famosas de Kōetsu. Lo que primero llama la atención de esta caja para guardar los utensilios de escritura es la forma abombada de su tapa, algo nunca antes visto en Japón. 

Hon’ami Kōetsu: Funabashi makie suzuribako, hacia 1637, 
Laca dorada, plomo y plata, 11,8x22,8x24,2 cm,
 Museo Nacional de Tokio. 

Tanto su diseño como el poema incrustado aluden a un poema del siglo X sobre un puente en Sano que reza así:
El puente de Sano en el lejano este
me recuerda el amor que nos une,
pero ella no sabe cuánto la amo.

Todos los elementos de esta caja tienen la misma importancia. La banda de plomo que representa el puente se adapta perfectamente a la forma elegida para la tapa. Las diagonales de los botes crean la sensación de movimiento por contraste con las suaves ondulaciones de la superficie de agua. Finalmente, la orientación “vertical” de las líneas de caligrafía y su independencia permiten que resalte el discreto diseño. El resultado es un verdadero paradigma de cómo una composición realmente compleja puede ocultarse bajo una sencilla apariencia, pero sumamente elegante.

Pero volvamos a la pintura. Como ejemplo de la colaboración de Kōetsu y Sōtatsu muestro un par de detalles del rollo conocido como el Emaki de las grullas en el que, a diferencia del Genji monogatari emaki que comenté en otro artículo, la caligrafía y la pintura se superponen fusionándose totalmente. No obstante, igual que allí, la obra debe contemplarse por partes, dado que está formada por una sucesión de poemas de los denominados “Treinta y seis poetas inmortales del antiguo Japón”.

Hon’ami Kōetsu y Tawaraya Sōtatsu,: Emaki de las grullas, detalle, 
año 1605-1615, Tinta, color, plata y oro sobre papel, 1356x34 cm, 
Museo Nacional de Kioto. Foto: Wikimedia Commons.

En Japón, las grullas siempre han evocado longevidad y han sido protagonistas de ancestrales leyendas y fábulas. No obstante, en esta obra, los versos caligrafiados no aluden directamente a ellas y su unidad no es tanto argumental como de autoría.

A lo largo de la historia, gran parte de rollos como este se han subdivido posteriormente en hojas independientes con un solo poema, para así poder montarlas como pinturas para colgar para colgar. Este emaki del museo de Kioto es uno de los dos en que se partió la obra original en 1935. El segundo rollo forma parte de la colección del museo de Seattle.

Analicemos formalmente, un poco, esta obra. Los poemas están escritos en kana (signos del alfabeto silábico japonés) con unos pocos kanji (ideogramas de origen chino) intercalados entre ellos. El espacio entre las columnas de la caligrafía es muy variable para ajustarse al ritmo de cada poema en cuestión, pero sin preocuparse por la fortuita interferencia o superposición con las figuras de las grullas. Por otro lado, esto último y el diferente tamaño de los signos caligráficos en algunos versos servían para que cada poesía cupiese en una sola lámina, lo que permitía, si se deseaba, subdividir el rollo en pinturas independientes, como ya he comentado que se hacía frecuentemente.

Tanto la narración pictórica como los versos comienzan, como siempre, en el extremo derecho del rollo. Ahí se muestra a un grupo de grullas todavía en la orilla de un río mientras otras levantan ya el vuelo. A partir de ese momento, unas sobrevuelan la orilla, otras planean sobre el oleaje y algunas bandadas atraviesan el cielo parcialmente cubierto de doradas nubes.

Hon’ami Kōetsu y Tawaraya Sōtatsu,: Emaki de las grullas, detalle, 
año 1605-1615, Tinta, color, plata y oro sobre papel, 1356x34 cm.,
Museo Nacional de Kioto. Foto: Wikimedia Commons.

Las patas de las grullas se trazaron con tinta dorada y el cuerpo con tonos grises y plateados. No existe ninguna línea que perfile sus cuerpos ni siquiera trazos previos a la aplicación de los colores. Todas se dibujaron directamente, de un solo trazo, sin guía alguna y con puntuales veladuras, como se aprecia en el cuello de una de las aves en la segunda fotografía.

Las casi abstractas figuras de las grullas destilan gracia y ligereza, y su dinamismo se encuentra en el polo opuesto al estatismo de los pájaros representados en las obras de la escuela Kanō.

El próximo artículo lo dedicaré al segundo de los integrantes del movimiento rinpa: Tawaraya Sōtatsu. Será dentro de un par de días y desde aquí puede accederse a su contenido.

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