martes, 17 de octubre de 2017

Introducción al diseño moderno japonés, IV

La silla en Japón, 2
Como dije en el anterior artículo, hoy hablaré de lo que representó la introducción del diseño de la silla en Japón en la segunda mitad del siglo XIX.

Puede resultar paradójico que en un país donde tradicionalmente no se utilizaron sillas como las occidentales, los modernos diseñadores nipones dedicasen gran parte de su trabajo a crear sillas y taburetes de todo tipo. Quizás por ello, no pocas de esas piezas han pasado a la historia del diseño, como iremos viendo a lo largo de esta serie.

Inokuma y Naruse: silla de madera laminada From one Sheet para Tendo, 2008. Foto narukuma.com

Ya desde finales del siglo XIX, las sillas representaban para los japoneses el símbolo inequívoco de lo moderno y de la internacionalización del país. Cuando en un ambiente aparecía una silla, se estaba manifestando una clara predisposición a adoptar los nuevos aires provenientes de América y Europa. Ese artilugio con patas, que permitía no sentarse en el suelo, se relacionaba con una forma de vida asociada al progreso y a la civilización encarnados por Occidente.

Yasui Sotarō: Retrato de mujer, 1930. Óleo, 115 x 87 cm. 
Museo Nacional de Arte Moderno de Kioto. 
Foto: Wikimedia Commons.

Pero por otro lado, las sillas y en concreto sus respaldos no resultaban muy adecuados para una mujer que llevara un kimono con su cinto, el obi, situado en su espalda. En la ilustración anterior, una pintura de los años treinta, se aprecia que la joven debe mantenerse separada del respaldo para no deformar el nudo de su obi. En este caso, los brazos de la silla le permiten mantener el tronco recto y descansar mínimamente.

Esa situación era una de las muchas que ponían de manifiesto los problemas que generaba en Japón la introducción de formas de vida y objetos occidentales cuando se enfrentaban a costumbres, hábitos y tradiciones milenarias inconscientemente asumidas por los japoneses. Tuvieron que pasar varias décadas para que se superase esa dicotomía, al menos en sus aspectos más extremos.

Mujer con kimono sentada sobre el tatami.
Foto Wikimedia Commons.

La ilustración anterior de una geisha de Kioto, muestra perfectamente la correcta manera de sentarse cuando se viste el kimono japonés con su obi. En ese caso, no solo resulta más elegante, sino mucho cómodo arrodillarse en el tatami, aunque a un occidental no se lo parezca. Otra cuestión sería el tiempo que la mayoría de las personas pueden mantener esa posición hoy día sin que se le entumezcan las piernas.

Interior de la casa Kusakabe, 1879, Takayama, prefectura de Nagano.
Foto: J. Vives.

Ya he comentado que en las habitaciones de los edificios tradicionales japoneses apenas había muebles. Ese hecho conllevaba una apreciación del espacio interior, y sobre todo de la relación de la persona con el entorno que le rodeaba, muy diferente de la que se producía en las viviendas occidentales.

En la fotografía anterior de una vivienda urbana de la segunda mitad del siglo XIX, se distingue una especie de cómoda pegada a una pared, pero alrededor del hogar enterrado en el suelo solo aparecen unos cojines sobre los tatami. No hay rastro alguno de mesas o sillas.

Daisaku Chō: silla Teiza para Tendo, 1960. 
Medidas aprox.: 69x55 cm, asiento 28 cm, respaldo 65 cm. 
Foto: tendo-mokko.co.jo 

Mientras los europeos cuando creaban un mueble se concentraban, y siguen haciéndolo, en su forma y volumen, un diseñador japonés focaliza su atención en su relación con el entorno. Para él, lo importante se encuentra en cómo ese objeto, sea una silla, una mesa o cualquier otro, influye e incluso conforma el espacio circundante. Es decir, se centra en el volumen que ocupa en una estancia que tradicionalmente estaba vacía. Son dos concepciones o procesos de diseño muy diferentes.

Yanagi Sōri: taburete Butterfly para Tendo, 1954.
 Medidas: 44x31 cm, asiento 39 cm. 
Foto: tendo-mokko.co.jo

En Japón, la tradicional ausencia de sillas, mesas o camas fue otro de los factores generadores de la clara tendencia hacia lo mínimo de su sociedad, de su inclinación a usar solo lo imprescindible. Cuando en algún momento aparecía ese tipo de mobiliario, tras su uso, se desplazaba o guardaba para liberar el espacio. Era la búsqueda constante del espacio vacío, libre, una idea que sigue siendo una de las señas de identidad de todo el arte y diseño japonés.

Como ya es bien conocido, ese enfoque se exportó a Occidente cuando los americanos primero y luego los europeos descubrieron el budismo zen y se inventaron el concepto del minimalismo.

Pues bien, en Japón, durante la segunda mitad del siglo XX, la silla se convirtió en uno de los centros de atención de los diseñadores nipones. Pero esa historia la comenzaremos a ver en el siguiente artículo, cuando iniciemos el recorrido por la obra de los pioneros del diseño japonés.