martes, 24 de febrero de 2015

Pintura japonesa: la escuela Kanō, IV

La escuela Kanō de pintura japonesa: Kanō Eitoku, tercera parte
La semana pasada empecé a comentar un biombo de Eitoku titulado Vistas de dentro y fuera de la capital y hoy vamos a verlo con un poco más de detalle.

Algunos de los rasgos de las pinturas que llevan este título, independientemente de su autor, son los siguientes:
  • Son obras formadas por dos biombos de seis paneles cada uno.
  • Cada biombo muestra Kioto desde un punto de vista diferente.
  •  En su parte inferior se representa el centro urbano y en la superior, las montañas y afueras.
  • Las láminas de pan de oro se utilizan para crear una especie de nubes que separan e independizan las diferentes escenas.
  •  Las calles orientadas en dirección norte-sur se dibujan horizontalmente, y las orientadas este-oeste, en diagonal.
  • Suelen aparecer cientos de personajes en actividades cotidianas.

El biombo Uesugi de Kanō Eitoku
Pues bien, todas esas características concurren en la pareja de biombos que se muestra en las dos ilustraciones siguientes y que voy a comentar. La obra, como todas las de este tipo, se titula Vistas de dentro y fuera de la capital y fue un encargo que hizo Oda Nobunaga a Kanō Eitoku para regalarlo a un señor feudal aliado. Fue tal el éxito del artista que, pocos años más tarde, Nobunaga no dudó en encargarle la decoración de su castillo de Azuchi.

Las reproducciones que muestro a continuación son las mismas que inserté en el artículo de la semana pasada, pero ahora he añadido unos rótulos para situar algunas de sus escenas. La ilustración alineada a la derecha corresponde al biombo derecho y la situada a la izquierda, al izquierdo. Es casi seguro que vistos así no resulten muy atrayentes, pero espero que el lector me concederá un minuto para explicar algunas de sus virtudes.

Los rótulos señalan lugares de Kioto que incluso una gran mayoría de los extranjeros que visitan la ciudad conocen. 

Kanō Eitoku: Vistas de dentro y fuera de la capital, c. 1570, tinta, color y oro sobre papel,
biombo izquierdo 160x365 cm. Museo Uesugi, Yonezaka.
Foto: Wikimedia Commons.

Kanō Eitoku: Vistas de dentro y fuera de la capital, c. 1570, tinta, color y oro sobre papel,
biombo derecho 160x365 cm. Museo Uesugi, Yonezaka.
 Foto: Wikimedia Commons.



































Los biombos de Eitoku mantienen el mismo convencionalismo que otros anteriores en lo que se refiere al panorama general de la ciudad. Es decir, la mampara derecha muestra vistas de Kioto desde el Palacio Imperial hasta Tōji (un templo situado en el sur de la población) con el fondo de la cadena montañosa de Higashiyama, mientras que la izquierda se ocupa de la zona norte y oeste de la capital con Arashiyama como telón de fondo.

Un aspecto que diferencia la obra de Eitoku de la de otros artistas es que renuncia a utilizar cartuchos para indicar los lugares o locales célebres y simplemente rotula sus nombres sobre la pintura, sin marco alguno. En total, entre los dos biombos se han contabilizado 232 inscripciones, un número que supera con mucho el de obras precedentes y que no solo se refieren a templos, calles o edificios, sino también a personas importantes de la época.

Como es habitual en todas las pinturas japonesas ejecutadas en una pareja de biombos, el discurrir de las estaciones se manifiesta claramente en su composición. En este caso, la mampara derecha muestra escenas que se desarrollan desde principios de la primavera hasta pleno verano, mientras que la izquierda lo hace desde el otoño hasta el invierno.

En estos casos, la forma de indicar la estación del año no es necesariamente representar cerezos en flor o rojizos arces en un paisaje natural, sino que Eitoku nos enseña cómo se manifiesta el paso de las estaciones en una ciudad a través de las actividades y fiestas populares que se celebran en determinadas fechas. Eso precisamente es lo que vemos en la escena que aparece en la siguiente ilustración.

El festival de Gion, biombo derecho. Foto: Wikimedia Commons.

La fotografía anterior es un detalle de unas de las “viñetas” del biombo derecho en la que Eitoku representó las carrozas (mikoshi en japonés) que durante el festival veraniego de Gion recorren las calles de ese barrio de la ciudad, una tradición que se mantiene todavía hoy día. 

Pelea de gallos, biombo derecho. Foto: Wikimedia Commons.

En este otro  detalle que aparece en la ilustración anterior, como en la previa, se comprueba que Eitoku prefirió centrar su atención en lo que acontecía en las calles antes que en lo que sucedía en los interiores de talleres o residencias, esto último algo usual en obras semejantes de otros artistas. Aquí nos muestra una pelea de gallos en plena calle frente a una residencia. Obsérvese la precisión con que se han representado los dos caballos que aparecen en esta escena.

La mansión de los Hosokawa, biombo izquierdo. Foto: Wikimedia Commons.

Ya expliqué en uno de mis artículos del pasado año que para poder mostrar lo que ocurría en el interior de los edificios, los artistas japoneses recurrían al convencionalismo de “retirar” los tejados. Pues bien, ese recurso es algo que Eitoku prefiere no utilizar, por lo cual solo muestra a la gente en sus viviendas si tienen las puertas correderas abiertas o bien si se encuentran en los porches o galerías. Eso es lo que se aprecia en el detalle de la ilustración anterior.

No hay duda que cuando Eitoku creó esta obra tuvo que recurrir a todos los medios a su alcance para representar con minuciosa exactitud, casi documental cómo era y cómo se vivía en Kioto en la década de los sesenta del siglo XVI. En sus mamparas, el artista japonés reflejó tanto los edificios y lugares más famosos de la capital como sus festivales anuales, las procesiones al palacio Imperial, las multitudinarias excursiones para contemplar los arces en otoño o incluso las labores de sus comerciantes y artesanos. Estos biombos nos pasado año un verdadero retazo de la vida en Kioto durante el periodo Momoyama.

Con esto doy por finalizado este apartado dedicado a Kanō Eitoku. Hemos visto que su estilo se gestó en el austero y fructífero periodo Muromachi; pero su obra de madurez incorporó ya todo el espíritu del periodo Momoyama (1573-1603), una época llena de esplendor y lujo para la cual la escuela Kanō supo crear obras no solo adecuadas a los deseos de sus clientes, los grandes señores feudales, sino indiscutibles piezas maestras del arte japonés de todos los tiempos.

El martes de la semana próxima seguiré hablando de un pintor de esta fructífera estirpe: Kanō Sanraku.

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