martes, 15 de diciembre de 2015

Pintura moderna japonesa: la pintura yōga del periodo Taishō, II

La pintura japonesa de estilo occidental en el periodo Taishō, Yorozu Tetsugorō 
En el artículo anterior hablé de Kishida Ryūsei y hoy lo haré de Yorozu Tetsugorō, un artista cuyo periplo vital cubrió casi exactamente el periodo Taishō y coincidió casi completamente con el de Kishida. Con solo dos años de diferencia, ambos fueron víctimas de una prematura muerte por culpa de la misma enfermedad.

Yorozu Tetsugorō (1885-1927)
Yorozu Tetsugorō se graduó en la Escuela de Bellas Artes de Tokio en 1912 con un óleo titulado Belleza desnuda que se reproduce en la ilustración siguiente. La obra despertó un gran interés desde el primer momento y se convirtió en un verdadero hito en el panorama artístico japonés. 

Yorozu Tetsugorō: La belleza desnuda, 1912,
óleo sobre tela, 162x97 cm. 

Museo de Arte Moderno de Tokio.
Foto Wikimedia Commons. 

Aunque en esa tela, verdadero pistoletazo de salida de su corta pero brillante carrera, todavía se podían encontrar rasgos impresionistas, ya se apreciaba en ella un toque fauvista que rompía con el estilo de Kuroda Seiki, comentado hace unas semanas y que por esos años ya se había aceptado oficialmente en Japón.

Yorozu no dejó nunca de experimentar con los movimientos europeos más vanguardistas de la época, ya fueran el cubismo, el futurismo o la abstracción. Su Autorretrato con ojos rojos, que  se muestra en la siguiente ilustración, es una perfecta muestra de su época fauvista y el primero de una intrigante serie de autorretratos en los que siempre aparece con mirada perdida en entornos irreales pero subyugantes. 

Yorozu Tetsugorō: Autorretrato con ojos rojos, 1912, 
óleo sobre tela, 60x45 cm. 
Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio. Foto: Wikimedia Commons. 

En otros casos, como el de la reproducción siguiente, incorpora unas enigmáticas nubes semejantes a la que aparecía en su Belleza desnuda.

Yorozu Tetsugorō: Autorretrato con nubes, 1912, óleo sobre tela, 59x49 cm. 
Museo Ōhara de Kurashiki. Foto: Wikimedia Commons. 

Yorozu fue un inquieto artista que no solo estaba al día de las últimas tendencias europeas, sino que no dudaba en experimentar constantemente con ellas. Lo meritorio de su caso es que todas sus investigaciones y estudios los hizo a través de publicaciones y libros, sin haber viajado nunca a Europa. Su producción está tachonada de jalones históricos: fue él quien realizó el primer cuadro fauvista japonés, el primero cubista y el primero abstracto, algo realmente difícil de encontrar en la historia del arte moderno de cualquier país.

En la ilustración siguiente se reproduce esa obra no figurativa que Yorozu ejecutó entre 1912 y 1913. Si tenemos en cuenta que las primeras pinturas cien por cien abstractas las realizaron en 1911 el ruso Kandinski (1866-1944) y el checo Kupka (1871-1957), debe reconocerse el mérito de Yorozu. Recién comenzado el periodo Taishō, los artistas japoneses ya no estaban muy atrasados respecto a los movimientos vanguardistas europeos.

Yorozu Tetsugorō: Sin título, 1913, óleo sobre tela, 24x35 cm
Museo de la Prefectura de Iwate, Morioka. Foto: Wikimedia Commons. 

Esa obra abstracta de Yorozu se titulaba Mu dai, es decir, Sin título, algo muy adecuado para un cuadro abstracto. En él y rompiendo con la tradición pictórica japonesa, Yorozu manipulaba sutilmente la superficie de óleo para crear una especie de vibrantes oleadas de color, por una vez no confinadas entre líneas.

El óleo que se muestra en la reproducción siguiente es otro ejercicio pionero del pintor japonés. En este caso se trata de un sugerente juego cubista que cuando se expuso por primera vez en 1917 levantó enfervorizadas críticas.

Yorozu Tetsugorō: Mujer reclinada, 1917, 
óleo sobre tela, 162x112 cm. Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio. 
Foto Wikimedia Commons. 

La importancia de la obra de Yorozu no radica tanto en la forja de un estilo propio, como en la constante y atrevida experimentación con técnicas y estilos. Desde el primer momento, cuando todavía era estudiante, el artista japonés reconoció la influencia que ejercieron en sus planteamientos las obras de Van Gogh y Matisse, algo que en el Japón de 1912 resultaba realmente innovador.

En el artículo siguiente seguiré hablando de la pintura del periodo Taishō. Eso será dentro de catorce días.

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