martes, 28 de enero de 2014

Cerámica japonesa: la porcelana

La porcelana en la cerámica japonesa
En los artículos de la semana pasada y anteriores comenté algunos de los planteamientos estéticos de la cerámica tradicional japonesa y cuán alejados estaban de la búsqueda de la simetría y el rechazo de lo imperfecto que regían en la alfarería europea. Pues bien, hoy vamos a adentrarnos en el mundo de la porcelana japonesa para comprobar que también ocurría algo semejante, o al menos parcialmente.

Cuando los holandeses empezaron a comerciar con Japón, los centros de producción de porcelana se dedicaron, una vez más, a copiar los modelos chinos que por esos años tenían gran éxito en el mercado del Viejo Continente. Eso ya lo expliqué semanas atrás, pero se debe insistir en que desde el archipiélago nipón nunca, antes de 1860 aproximadamente, se exportaron a Occidente piezas como las que hemos visto en anteriores artículos, esas que encantaban a los maestros de té, letrados, señores feudales o samurai cultivados.

La porcelana japonesa
Hasta el siglo XVI todavía no existía en Japón nada parecido a la porcelana o celadón chinos. El primer paso para obtener porcelana y piezas decoradas bajo cubierta* tenía que ser la construcción de un tipo de horno que permitiese alcanzar temperaturas muy superiores a los 1000 grados y el segundo, encontrar un yacimiento de caolín, es decir, de arcilla blanca.

*Cubierta o cobertura es la última capa de acabado de una pieza cerámica, generalmente un barniz o esmalte. 

Ambas labores las realizaron a cabo artesanos coreanos llegados a la antigua región de Hizen en la isla de Kyūshū. Precisamente, uno de ellos descubrió en 1616 un yacimiento de caolín en los alrededores de Arita. Hasta finales de ese siglo, en Japón solo se fabricó porcelana en esa zona.

Las cortes europeas de la época sentían una especial atracción por la perfecta porcelana procedente de China. Cuando, como comenté en el segundo artículo de esta serie, en 1644 se produjo la crisis política en ese país, sus exportaciones cayeron en picado. Casualmente, ese momento coincidió con el dominio de la técnica de la porcelana por parte de los japoneses, lo que les permitió introducirse en el mercado europeo. A partir de esa fecha, la exportación de las piezas de Hizen fue aumentando año tras año.

Porcelana imari
En un principio, la porcelana de Japón solo se creaba en la isla de Kyūshū y se embarcaba hacia Europa en el puerto de Imari. Por ese motivo se conoce en Occidente como porcelana imari o porcelana de Imari, aunque realmente se fabricaba en otra población cercana al lugar donde se extraía el caolín. Sin embargo, a finales del siglo XVII ya empezó a producirse en Kioto y otras poblaciones, si bien los hornos del sur seguían dominando el mercado.

Plato imari, c. 1650, porcelana, 39 cm. Museo de Cerámica de Kyūshū en Arita.
Foto en Yakimono. 4000 Years of Japanese Ceramics. Hawaii Academy of Arts, 2005.

En la fotografía anterior se muestra una típica pieza de Imari como las destinadas para la exportación a Europa. La decoración de ambiente asiático dejaba claro a sus compradores que procedía del lejano oriente, mientras que el ondulado de sus bordes le otorgaba un aspecto ligero y cierto toque sofisticado que se suponía eran apreciados por los europeos, cuyo gusto se encontraba muy alejado del de los grandes señores de Japón, como veremos más adelante.

Porcelana kakiemon
Los japoneses fabricaron durante esos años varios tipos de porcelana de características muy diferentes. Uno de ellos se denominaba kakiemon, debido a que su decoración policroma sobre cobertura había sido ideada por Sakaida Kakiemon (1595-1666). Algunos de los rasgos de esas piezas eran sus finísimas paredes, su nívea base y la sorprendente calidad de sus esmaltes de colores.

Plato kakiemon, s. XVIII, porcelana, 27 cm. Museo Nacional de Tokio.
 Foto en Michael Dunn: Inspired Design. Japan’s Traditional Arts. 5 Continents, 2005.

El plato de la fotografía anterior muestra una decoración polícroma con un tradicional tema de flores y pájaros que resalta sobre el inmaculado fondo de la porcelana. El descentrado de los dos motivos es una característica compositiva japonesa que se da muy a menudo en la pintura tradicional. La amplia superficie blanca, además de huir del típico horror vacui europeo, permite resaltar la impoluta calidad de la pieza.

Porcelana kutani
A pesar de su nombre, la porcelana de Kutani no se fabricaba en esa población, sino que los señores de ese feudo, los Maeda, la encargaban a los hornos de Arita. Sin embargo, su inconfundible diseño está indefectiblemente asociado a Kutani, por lo que se conoce como de estilo kutani.

Los rasgos que definen y diferencian a la porcelana kutani del resto son el fondo dorado y sus cinco colores: amarillo, verde, rojo, azul y violeta, además del negro. Semejante exhibición cromática siempre resulta de una brillantez y riqueza visuales indiscutibles.

Plato kutani verde, 1650-1670, porcelana, 33 cm. Museo de Arte Idemitsu de Tokio.
Foto en Christine Shimizu: Toji. La porcelaine japonaise. Massin, 2002.

En la pieza de la fotografía anterior, el motivo verde-azulado destaca en gran parte gracias al fondo dorado y al estrellado negro. La lujosa prestancia y aquilatada elegancia de este tipo de platos son algunas de las características de la porcelana de Kutani que la convierten en inconfundible.

Porcelana nabeshima
La porcelana nabeshima debe su nombre al clan de los Nabeshima, gobernantes durante la segunda mitad del siglo XVII del feudo de Saga en la isla de Kyūshū. De todos los hornos construidos en su territorio, uno de ellos se destinó exclusivamente a fabricar porcelana para regalar a otros señores feudales o incluso al shōgun. La calidad de los materiales empleados y su excepcional técnica convirtieron a la cerámica nabeshima en sinónimo de perfección y sofisticación máximas, pero, eso sí, sin dar nunca la sensación de vacua ostentación.

Plato nabeshima, c. 1720, porcelana, 28 cm. Museo de Cerámica de Kyūshū en Arita.
Foto en Yakimono. 4000 Years of Japanese Ceramics. Hawaii Academy of Arts, 2005.
La excelencia formal del plato de la fotografía anterior responde perfectamente a los cánones del estilo nabeshima. En la sencillísima decoración de grullas, símbolo y augurio de longevidad, se emplearon sutiles gradaciones de azul, único tono utilizado en la pieza que corrobora la contención de su autor a pesar de su evidente magnificencia. Esta pieza está catalogada como Importante Bien Cultural.

Con esto doy por finalizados los artículos dedicados a la cerámica japonesa antigua. El martes próximo, hablaré de los primeros ceramistas del siglo XX.

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